Creta antigua. El Palacio de Cnossos.

Creta Antigua.

ElPalacio de Cnossos.

El descubrimiento de una nueva civilización.                                                                              



Si existen descubrimientos arqueológicos unidos eternamente a sus descubridores, destacan sobremanera por su importancia la tumba de Tutankamón y Howard Carter, Troya y Heinrich Schliemann y, muy destacable por las circunstancias del hombre en cuestión, Cnossos y Arthur Evans.


Sir Arthur Evans descubrió para el mundo no solamente la espectacular ciudad-palacio de Cnossos, sino también la civilización minoica, hasta entonces totalmente desconocida.

Su tenacidad e intuición, unidas a una perseverancia en el estudio digna de encomio, dieron como resultado un verdadero hito en la historia de la arqueología.

Hijo de su tiempo y nacido en el Imperio Británico, desarrolló como pocos el sentido arqueológico-aventurero de la alta burguesía de la época.

Recién consolidada la arqueología como disciplina plenamente científica, los últimos años del siglo XIX y primeros del XX fueron pródigos en expediciones arqueológicas, sobre todo alemanas e inglesas.

Dominaba en aquella época la escena la figura intocable de Heinrich Schliemann, arqueólogo prusiano que, con su conocimiento ingente de la figura de Homero y una pasión sin límites, se fué a la península de Anatolia convencido de saber el emplazamiento de la legendaria ciudad de Troya, como así resultó ser.

Schliemann sin embargo, no obstante su valía como arqueólogo aficionado -aún no se había dado el paso hacia el cientifismo arqueológico- se basó para su descubrimiento en los trabajos de un inglés llamado Frank Calvert quien, tras unas excavaciones preliminares siete años atrás, le había sugerido aquel emplazamiento.
 
Schliemann lo ignoró casi por completo a la hora de dar al mundo su descubrimiento, aprovechándose de los trabajos del inglés para su beneficio.

Caso distinto es el de nuestro protagonista. Tras el descubrimiento de Troya, él, como todos los aventureros arqueólogos de la época, condujo sus esfuerzos en pos de la búsqueda del famoso Laberinto del Minotauro, leyenda que pretendía -al igual que sucedió con la de Troya- ser cierta.

Plato Ático. El Minotauro (515 a.C aprox)

Fuente Wikimedia Commons.




Dicha leyenda atribuía al Rey Minos de Creta la construcción de un enorme laberinto para ocultar el resultado de los amores de Pasifae, su esposa, con un toro blanco regalo de Poseidón. 

El Minotauro, pues no otro fue el resultado, ponía en evidencia delante de su pueblo a su rey y éste, avergonzado, tomó la decisión de encerrarlo en el citado laberinto para toda la eternidad.

Las habladurías de los habitantes de la isla junto con las lecturas de índole mitológica que en la época gustaban tanto, dieron como resultado que un arqueólogo griego homónimo del legendario rey, Minos Kalokairinos, realizara en 1878 de forma aficionada algunas prospecciones en la colina llamada Kefala, cerca de Heraklion. 
Dichas prospecciones revelaron restos de edificaciones antiguas que despertaron la curiosidad de algunos arqueólogos, caso del italiano Federico Halbherr que inició a su vez algunas excavaciones en otras zonas de la isla.

Arthur Evans, por aquel entonces se dedicaba a realizar excavaciones en Italia y Francia, pero su nombramiento como conservador del Ashmolean Museum de Oxford le permitió analizar algunas tablillas con inscripciones allí depositadas que se creían fenicias y que él identificó con otras recientemente descubiertas en Creta. 

Escritura Lineal "A"
Su inquietud le llevó a realizar un viaje a Atenas donde adquirió una serie de sellos de arcilla con signos inidentificables que supuestamente habían sido encontrados en aquella isla.
 
Inmediatamente decidió que tenía que investigar a fondo aquel misterio aunque aquella investigación le obligase a abandonar su cómodo puesto de conservador del Museo Ashmolean en Oxford, cosa que hizo.

En el año 1894 llegó a Creta e, inmediatamente, se reunió con los arqueólogos Kalokairinos y Halbherr, los únicos que, hasta la fecha, habían excavado algo en la isla. 

Cuando éstos le condujeron al lugar de la excavación, Evans no lo dudó. Tenía claro que aquel era el lugar. "Sentía" que aquella colina era el centro de todo lo que buscaba y, asimismo, el centro de todas las leyendas de la Grecia antigua.

En aquella época, Creta pertenecía al Imperio Otomano y éste no permitía excavar sin antes comprar el terreno y Evans, al contrario que Schliemann cuyo orgullo prusiano le había impedido ceder al "chantaje", compró la parte de la colina que necesitaba mediante la creación del "Fondo para la exploración de Creta", que fue generosamente subvencionado por entusiastas de la historia.

Estaba convencido de que "tenía" que haber existido una cultura anterior a la griega cuyo comienzo, por aquel entonces, se situaba oficialmente en el año de la primera olimpiada, 776 antes de Cristo, y aquellas tablillas con extraños signos que tanto le habían impresionado le proporcionaban la clave para sustentar aquella creencia.

Vista aérea del yacimiento.


El 23 de marzo de 1900, por fin, comenzó la tan ansiada excavación, al principio solo con treinta obreros a los que se fueron añadiendo más trabajadores hasta llegar a la nada desdeñable cifra de doscientos cincuenta en las sucesivas campañas.

Reconstrucción ideal del complejo.



Evans, neófito en las lides de organizador de excavaciones, se supo rodear de arquitectos y arqueólogos profesionales, además de artistas, para desentrañar el misterio que representaba descubrir una cultura desconocida hasta entonces. No olvidemos que aquella excavación supuso el descubrimiento de la civilización minoica, algo nuevo y extraordinario.

                                                           Documental "La Atlántida, el misterio de los Minoicos".


El conjunto arquitectónico que se reveló, tenía cerca de 17000 metros cuadrados de extensión y más de 1500 salas intercomunicadas, lo que supuso una auténtica novedad, pues nada había sido descubierto hasta la fecha de tal magnitud, sobre todo suponiendo, como así era, que se trataba de una sola edificación.

Sus intrincadas estancias y callejuelas, propias del sistema constructivo cretense, le hicieron creer en el hallazgo del famoso laberinto. Más tarde se supo que, en realidad, el origen del nombre "laberinto" procedía del hacha de dos hojas propio de aquella cultura, llamado Labrys. Concretamente significaba "Recinto o casa de los Labrys".

El Labrys, hacha ritual de dos hojas, se ha considerado como una referencia a la diosa madre minoica. Su peculiar forma añadida a haber sido vista grabada en el medio de los pechos de figuras votivas femeninas, hace suponer a los especialistas que su función se podría identificar en clave de protectora o responsable de la fecundación o, incluso, de la renovación de la vida.

En realidad, como se consideró más tarde, este conjunto de colosales dimensiones correspondía a toda una ciudad agrupada, eso sí, en torno a un palacio. De ello dan prueba los descubrimientos de numerosos habitáculos destinados a las labores artesanales propias de una ciudad donde conviven multitud de personas de diferente clase social, desde obreros hasta agricultores, incluyendo por supuesto a toda una corte de funcionarios palatinos.


Imagen tomada durante la excavación de Cnososs. En el centro, de blanco, Sir Arthur Evans.
Museo Ashmolean.


Tras el primer año de excavaciones, Evans regresó a Inglaterra en espera de que pasara el invierno para continuar el siguiente año. Sin embargo, lo que no podía suponer era que, tras una estación muy lluviosa se iba a encontrar parte de lo ya sacado a la luz destruido por las inclemencias del tiempo.

Se percató de que necesitaba ir consolidando lo excavado y esto, unido a la intención que tenía de que el público tuviera una exacta idea del esplendor de aquella cultura con el fin de seguir recaudando dinero para poder continuar la excavación, le hizo explorar la posibilidad de reconstruir parte de aquel enorme complejo utilizando los conocimientos que en aquel entonces tenían de otra civilización -la micénica- descubierta por Schliemann, unidos a la "intuición" desarrollada a partir de los pocos restos de frescos policromados hallados en el yacimiento.


Muro con el fresco del salto del toro.


El resultado causó una polémica que dura aún hoy día. Con el fin de ser lo más fiel posible a la realidad de aquella época, trató de sustentar las edificaciones con madera, como creía que hicieron sus constructores, pero no aguantaba. Probó entonces con hormigón armado y lo grabó con incisiones para imitar la textura original como se puede ver en la actualidad.

De aquella manera comenzó a elevarse como por arte de magia parte de un palacio de una cultura desaparecida en el siglo XV antes de Cristo. Sus columnas policromadas más anchas en los capiteles que en las basas y precursoras claramente de las dóricas de la época clásica griega, eran sensacionales y los frescos que animaban las paredes proponían una cultura alegre en la que, por encima de todo, destacaba la presencia inalterable del toro.


Damas en azul.


Cierto es que actualmente la arqueología está de acuerdo en la inexactitud de algunas composiciones artísticas del palacio, pero no es menos cierto que, gracias a Evans, tenemos una idea bastante exacta de la realidad de aquella cultura talasocrática.

No podemos olvidarnos de que, además, aquella excavación y su descubrimiento eran de su exclusiva propiedad, pues la parte de la colina donde se hallaba la misma le pertenecía, y tenía todo el derecho a obrar como le viniera en gana, por lo que yo personalmente estoy totalmente de acuerdo con la decisión que tomó.


Taurocatapsia.


La taurocatapsia era la manera como los antiguos minoicos interpretaban su relación con el toro, origen de su cultura. En concreto, se trataba de un ejercicio gimnástico que consistía en saltar por encima del animal en sentido longilíneo desde la cabeza a la cola.

 Como se puede apreciar en el fresco, el movimiento comenzaba con un impulso apoyándose en los cuernos y, tras una nueva apoyatura en el lomo del toro, caían tras su cola. Este ejercicio ya aparece en la cultura hindú anterior a la civilización cretense y no se conocen de forma cierta los orígenes de su interpretación.

El príncipe de los lirios.

Respecto a la figura humana, si bien conserva rasgos de una cierta influencia postural egipcia, es notoria su mayor ligereza huyendo del hieratismo y presentando un mayor dinamismo que la hace más alegre.

Sus rasgos están vivos y su actitud ante el entorno se vuelve perfectamente identificable con las actividades cotidianas que debían realizar los antiguos cretenses. 

La policromía es extraordinaria e inunda de color la escena llenando de optimismo a cualquiera que contemple la pintura.

La técnica empleada, es el fresco sobre entrepaños revocados o enfoscados, incorporando volumen a las paredes y consiguiendo un maravilloso efecto.



Continuando con la excavación, por fin Evans descubrió algo que lo llenó de gozo: una multitud de tablillas con aquellas, ya conocidas para él, inscripciones.

 Recordando que el origen de sus desvelos no era otro que descifrar aquella extraña escritura, recogió su tesoro e, instalándose en una mansión aledaña al yacimiento llamada "Villa Ariadna", se dedicó por entero al estudio pormenorizado de aquel tesoro lingüístico mientras las excavaciones proseguian. 

La fortuna le había sonreído. Un feroz incendio que asoló el palacio había cocido aquellas tablillas, que así se libraron de su destrucción para su reutilización, práctica común en la época. 

Transcurría el año 1905 y en 1906 la Fundación para la exploración de Creta se quedó sin dinero. Si bien los recursos financieros de Evans estaban asegurados por la fortuna familiar, no reanudó las excavaciones y en adelante se dedicó por entero al estudio de la escritura cretense.



El resultado del citado estudio fue recopilado en los "Scripta Minoa", en español "Los escritos minoicos", publicado en Oxford en 1909. En ellos se describe toda la investigación acerca de la escritura de aquella civilización y las conclusiones a las que llegó, que fundamentalmente se pueden resumir en el establecimiento de tres tipos de escritura, la Jeroglífica, la Lineal A y la Lineal B.

La primera de ellas, desarrollada en los albores del siglo XVIII a.C, consta de ideogramas al estilo de la cultura egipcia y se empleaba para decorar y contabilizar remesas comerciales. La segunda, la Lineal A, aún hoy sigue sin haber sido descifrada, mientras que la Lineal B lo fue en 1952 por parte del ingeniero y arquitecto británico Michael Ventris. Se trata de un griego arcaico que posteriormente evolucionó hacia el griego clásico. En ambos casos se trata de alfabetos silábicos, más orientados ya a la comunicación.

La importancia extraordinaria de los descubrimientos de Arthur John Evans, tanto arqueológicos como lingüísticos, le hicieron acreedor al título de Caballero del Imperio Británico, título que le fue otorgado en 1911. Su trabajo, ingente, es aún hoy día la base de todos los estudios que, acerca de esta civilización, se han hecho y se siguen haciendo. Él descubrió la cultura minoica, la más antigua de Europa y su legado es inmenso.

Debemos ya dar fin a este, para mí, apasionante post, pero antes os dejaré la información pertinente para que, si lo deseáis, podáis visitar este espectacular yacimiento en la bellísima isla de Creta.

Información de interés.


En primer lugar deberéis viajar evidentemente hasta Heraklion. Los vuelos suelen tener un coste a partir de los 120 euros y la duración depende, porque no es fácil encontrar vuelos directos.
Hay que coger el autobús 2 en Heraklion para acceder al recinto. Como está a cinco escasos kilómetros, el trayecto se realiza muy rápido, tras unas pocas paradas en la capital de la isla.

Hay que tener cuidado en verano porque la afluencia de turistas es enorme y además, el calor se puede volver un problema. Como dato a tener en cuenta, es mejor llevar calzado ligero y muy cómodo, ya que el yacimiento es en verdad muy extenso.

Para comprar los billetes se puede hacer en bastantes páginas web. El recinto está adaptado e higienizado en la medida de lo posible por la COVID y el precio parte de los diez euros. Si queréis que os facilitemos las cosas, siempre podéis acudir a vuestra agencia de confianza Experiantur, donde os ayudaremos en todo.

 Y nada más por ahora intrépidos viajeros. Ya sabéis que cada quincena aproximadamente recibiréis una entrada con algo nuevo y, espero que, excitante.

Mientras tanto me despido de vosotros deseándoos como siempre:

¡¡Saludos viajeros!!.



Referencias:














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